EL SERBAL DE LOS CAZADORES
"Otra fría mañana de noviembre, un día más la
escarcha cubre en su totalidad la hierba de los prados que perfilan el paisaje
de camino hacia el monte. Otra penosa jornada en el difícil devenir de los días
por la España de posguerra. Pero para Teo hoy es un día especial, está contento
pues ha cumplido doce años y su padre ha decidido que ya es casi un hombre y
que ya va siendo hora de llevarle con él por el monte y adiestrarle en los
secretos del oficio.
Son años de pobreza y el hambre se ocupa de dictar la evolución de las vidas y
los trabajos de las gentes. Nuestra familia, para llenar el estómago, no ha
tenido más remedio que recuperar las viejas técnicas del arte de la caza. Es un
tiempo en que los oficios y los nombres pasan de padres a hijos y así,
cumpliendo con esta tradición, Teodoro se dispone a enseñar a su hijo la que en
el futuro ha de ser su profesión: cazador.
-“Hijo, mientras yo voy preparando esta trampa, quiero que llenes esta cajita
con todas las serbas que puedas coger. ¡Ya sabes, esos frutitos rojos que tu
madre utiliza para hacer la mermelada que tanto te gusta!”.
-“¡¡¿Cuáles, las bolitas rojas?!!”.
-“¡Si, esas!. Las usaremos para atraer a los pájaros. Allí arriba, tras ese
cerro, encontrarás un montón, a los pies de los serbales, ¡¡date prisa!!.
No muy lejos de allí, otro hijo era instruido por su progenitora. Se trataba de
una perdiz pardilla enseñando a su vástago los secretos del bosque. Aunque no
estaba entre sus principales prioridades alimenticias, el joven perdigón, al
igual que el muchacho, era ilustrado también en el arte de la recolección de
los frutos del serbal.
Pero volvamos al mozalbete. Con la pequeña cajita en sus manos, Teo se dispuso
a recoger los frutos maduros de los arbustos, pero mientras tanto no podía
dejar pasar la ocasión de divertirse jugando y quiso imitar las sofisticadas
trampas de caza que preparaba su padre: -“es fácil”-pensaba- “mi cajita, un
palito, (esta rama puede valer) y una cuerda para tirar del palito..., pero,
¿de donde saco yo una cuerda en medio de este montón de árboles?”. Buscando
entre las hojas secas, con la mirada fija en el suelo, después de varios
minutos cayó en la cuenta, ¡lo tenía delante de sus narices!, ¡¡los cordones de
los zapatos!!. Con todo el artilugio montado ya sólo quedaba poner el cebo: -“a
ver..., ¿cuales son los frutos que dijo mi papá?”. Sólo tuvo que desplazarse
unos metros para encontrar un vigoroso árbol cuajado de racimos de bolitas
rojas y anaranjadas en cuyo pie se repartían centenares..., ¡que digo,...miles!
de estos frutos. Allí mismo se abastecían mirlos y zorzales. Por no molestar
dio un leve quiebro y siguió buscando.
Más recóndito encontró otro pequeño serbal, éste nada concurrido, libre de
aves. Colocándose en cuclillas bajo el árbol, silencioso, y recogiendo absorto
las diminutas bayas, avanzaba de rodillas sin apartar los ojos del suelo. Tan
enfrascado estaba que no reparó en la presencia de otro invitado, el joven
perdigón, que al igual que él andaba abstraído picoteando los sabrosos
frutitos. Picando por un lado el uno y cosechando el otro, sin darse cuenta no
pudieron evitar la colisión. Tras el sobresalto de ambos, cuyo resultado dio
con los dos de bruces en el suelo, se abrió un minuto de un imponente silencio
presidido por la ulterior curiosidad. Poco a poco, tras un rato de
reconocimiento mutuo, llegaron a la etapa de la confianza. Teo, tomando la
iniciativa, se acercó despacio con la mano extendida repleta de bayas:
-“¿quieres picar un poco?. Sorprendentemente el perdigón, sin ningún tipo de
temor, se aproximó de un salto junto a su mano y empezó a picotear
despreocupado. Sin duda esto parecía ser “el comienzo de una bonita amistad”
(¿dónde he oído yo esa frase?).
Ya cercano el final de la mañana, con el corazón henchido de satisfacción por
las experiencias vividas en esta su primera e inolvidable... ¿jornada de caza?,
y con las manos vacías, volvía trotando el zagal al encuentro de su progenitor.
–“¿Dónde están los frutos?”- dijo el padre- “¿y la caja?... ¡¡¿y los cordones
de los zapatos?!!, ...¡vaya pieza!, ¡menudo cazador estás hecho!”.
Con el tiempo Teo tuvo otras experiencias gratificantes en su contacto con la
naturaleza. Años después nuestro pequeño protagonista eligió dedicarse a otro
tipo de caza, “la caza fotográfica”, ya que nunca se mostró capaz de hacer daño
a sus amigos, las criaturas del bosque."
SERBALES
Las especies de serbales que podemos ver en España son el Mostajo (Sorbus
torminalis), el Mostajo enano (Sorbus chamaemespilus), el
Mostajo pirenaico (Sorbus mougeotii), el Aliso de Fontainebleau (Sorbus
latifolia), el Mostajo común o Mostellar (Sorbus aria),
el Serbal común (Sorbus domestica) y el Serbal de los cazadores (Sorbus
aucuparia). Hoy vamos a centrarnos en este último.
SERBAL DE LOS CAZADORES
Sorbus aucuparia
Serbal de cazadores, serbal silvestre, capudre, sorbellano, pajareros,
acafresna, amargoso, azarollo borde, capudio, cervellón, fresno silvestre,
manzano falso, margojo, sorbito.
Familia: Rosaceae
Etimología: Sobre el
origen del término "Sorbus" existen tres posibles
hipótesis: la primera viene del latín "sorbeo", (tragar)
en referencia a sus frutos comestibles, la segunda viene también del
latín "sorbere" (beber) debido a las bebidas
alcohólicas preparadas con sus frutos y la tercera hipótesis procede de
la voz germánica "sormel" compuesta de "sor"
(áspero, rudo) y "mel" (manzana).
Por otra parte, el nombre latino "aucuparia" deriva del
término "aucupare", que significa cazar aves,
debido a que sus frutos eran y son muy utilizados por los cazadores para atraer
a los pájaros.
Lugar de origen: Especie
ampliamente extendida por Europa y Asia occidental.
Descripción:
El serbal de
los cazadores es un árbol caducifolio de tamaño medio con una corona oval
y una altura
no superior a los 20 m. Su corteza primero es lisa y marrón grisácea, y después
negruzca y hendida longitudinalmente. Las ramas viejas son grises, algo menos
oscuras que las jóvenes. Las hojas son compuestas, tienen de cinco a trece folíolos laterales, de forma oval o alargada
y ligeramente dentados, son imparipinnadas y alternas. Las flores son pequeñas, de color
blanco y se reúnen en corimbos. Aparecen de mayo a junio. Los
frutos (serbas) son del tamaño de un guisante de color anaranjado brillante o
rojo vivo. Son blandos y jugosos, lo que los convierte en fácil comida para los
pájaros que serán los que diseminarán posteriormente las semillas del serbal, a
través de sus deposiciones. Maduran entre septiembre y octubre, manteniéndose
en el árbol hasta ya avanzado el invierno.
Cultivo: En estado
silvestre, el serbal de los cazadores se cría en los montes de nuestra
península donde comparte espacios con robles, abetos o hayas, viviendo a
alturas incluso de hasta 2.000 m. Es un árbol que necesita una humedad
constante por lo que deberemos regarle en abundancia durante los periodos de
sequía. Precisa de suelos con buen drenaje y preferiblemente sin cal.
Exposición soleada o semisombreada. Tolera bastante bien el frío como
corresponde a una especie de montaña pudiendo soportar heladas muy extremas.
Admite poda de formación. La reproducción se realiza mediante semillas
sembradas directamente, inmediatamente después de su recolección, pudiendo
germinar a veces después de un año, por lo que es recomendable estratificar las semillas en frío a 4 °C, para
acelerar la germinación. También se puede reproducir por retoños los cuales nacen en gran cantidad
alrededor del árbol.
Utilización: Muy
habitual en jardines ornamentales. Se utiliza como árbol decorativo debido a la
abundancia de flores que posee. También en grupos para afianzar suelos
inestables en las cuencas torrenciales, dada la fortaleza y penetración de sus
raíces y la facilidad que tienen para rebrotar de cepa y raíz.
Otros usos: Los frutos
del serbal de cazadores silvestre resultan algo ásperos, no así los del Sorbus
domestica, especie que ha sido difundida como arból frutal. Sin embargo
existe una variedad de Sorbus aucuparia de cultivo llamada 'Edulis'
cuyos pomos son dulces y comestibles.
También se usan como mermelada y son muy ricos en vitamina C. Esta
mermelada se administra moderadamente y resulta un excelente remedio para
cortar la diarrea. También se utilizan en la fabricación del vodka ruso. Las
flores se suelen utilizar para fabricar una bebida calmante que se consume como
una especie de té. Su madera es dura y elástica, empleada en tornería.
Propiedades medicinales: Las bayas del serbal contienen diversos
ácidos orgánicos como el málico, el cítrico y el succínico. También contienen
taninos, sorbitol, flavonoides, carotenoides y pigmentos antociánicos. Además
son ricos en vitamina C.
Tiene
propiedades antidiarreicas, astringentes y antiinfecciosas. Ha sido muy
apreciado en la medicina popular como remedio diurético en caso de cálculos renales y
afecciones reumáticas, y como regulador de la actividad intestinal tanto en
diarrea como estreñimiento. Se le atribuyen propiedades contra los accesos de
tos, ronquera y catarros bronquiales, contra la gota, para provocar la menstruación,
para purificar y depurar la sangre, etc.
El consumo
de estos frutos no está indicado en caso de obstrucción de las vías biliares,
y, consumidas en cantidades excesivas, las bayas pueden resultar tóxicas.
Plagas y enfermedades: Es susceptible de padecer hongos como la Armillaria mellea,
el “Coral” (producido por el hongo Nectria cinnabarina) o
el “Chancro de Nectria” (producido por diversas especies del hongo Nectria).
Aunque no se han descrito muchos casos, también es una de las especies con
riesgo de padecer “Fuego bacteriano” (producido por la bacteria Erwinia
amylovora).
Le pueden
afectar plagas como el Gorgojo de las hojas, el Ácaro del serbal
y el Taladro amarillo (producido por la oruga de una polilla, la Zeuzera
pyrina). Es sensible a la Roya.
Frases y refranes: A falta de
refranes, hemos encontrado este poema extraído del Isidro de Lope
de Vega, donde menciona, entre otros frutos más conocidos, al fruto del serbal
(la serba).
La verde pera en sazón,
con el escrito melón,
el durazno blanco, el higo,
y ya era cogido el trigo,
el rubio melocotón.
Luego el pomífero otoño,
cuando ya la juncia arrancas,
te diera con manos francas
el colorado madroño,
verdes nueces y uvas blancas;
los membrillos ya perfetos,
y los piñones secretos,
el níspero y serba
enjuta,
la sangre de Tisbe en fruta
de los morales discretos.
Curiosidades:
Ya hemos visto que el serbal era utilizado
antiguamente por los cazadores para cazar pájaros (a sabiendas de que las aves
distinguirían a lo lejos el color rojo de los frutos, esperaban escondidos a
que se posaran para poder acecharlas). Por esta razón, este árbol se convirtió
en emblema para los cazadores. Sin embargo no es el grupo que con mayor
exaltación pondera los beneficios de este árbol, existe también otra comunidad
para la que el serbal representa un motivo de veneración: el mundo Celta.
Para los Celtas se considera un árbol mágico que recibe el nombre de Luís
y que desde antiguo simboliza la esencia de la vida, ya que está entre la
materia y el espíritu, entre la Divinidad y la Humanidad. Representa a los cuatro elementos de la naturaleza, ya que
según los druidas el serbal no es sólo un simple árbol, “es el agua que fluye por sus venas, es el fuego que encierra su esencia, es la tierra en la que se sumerge y es el aire al que se dirige y del que respira”.
Los druidas siempre han usado sus bayas para la fabricación de amuletos
protectores ya que su color rojo simboliza el fuego purificador que protege
contra lo oscuro y lo negativo.
No sólo las bayas encerraban propiedades mágicas también sus varas que, al
igual que las varas de avellano, se empleaban para localizar agua.