sábado, 26 de agosto de 2017

Tejo



Taxus baccata
Género: Taxus
Tejo, tejón, teix (cat.), hagina, hagin y posiblemente agin (eusk.), teixo y teixeiro (gall.).

Taxus baccata
Primordio seminal en proceso de maduración.

Árbol que habitualmente alcanza 7 a 10 m, pero que puede llegar hasta 20. Tiene el porte natural muy variable: cónico, piramidal, globoso, a veces modificado por la acción del hombre o de animales herbívoros. Ramillas terminales verdes. Hojas orientadas de forma dística, con la base decurrente a lo largo de la ramilla, de 1,5 a 3 cm de longitud; el limbo es linear, aplanado, agudo pero no punzante, y de consistencia entre herbácea y subcoriácea, de color verde oscuro por el haz y algo más claro por el envés, sin las líneas blancas características de abetos y secuoyas. Los conos floríferos masculinos, globosos y amarillentos, aparecen a comienzos de otoño y acaban su maduración a la primavera siguiente. Igualmente los pies femeninos forman en otoño una pequeña yema verdosa e inconspicua, que madurará a la primavera siguiente. Los arilocarpos tienen de 7 a 12 mm de longitud, con una cubierta carnosa roja que envuelve casi totalmente a la semilla.
Distribución
Se distribuye por toda Europa, preferentemente en las regiones de clima húmedo; también por el O de Asia y las montañas norteafricanas del Rif y el Atlas. Solo falta en el ambiente mediterráneo más seco y en las regiones boreales. Inició su expansión a fines de la era Terciaria, pero quizá su máxima abundancia correspondió a los periodos interglaciales cuaternarios, de los que la actual distribución es nada más que un resto.
Aunque solo está ausente de nuestras provincias más áridas, concretamente las del cuadrante sudoriental, es más frecuente en la mitad septentrional. En Portugal, se restringe al tercio N. Se encuentra también en la mallorquina Sierra de Tramuntana. A pesar de su distribución relativamente amplia, esta especie no forma bosques de extensión, si no a lo más, pequeños grupos o rodales. Más frecuentemente aparece como acompañante de otros árboles: abetos, hayas, robles, pinos, rebollos, etc.
Requiere bastante humedad en el suelo y soporta bien las bajas temperaturas, lo que hace de él un perfecto habitante de nuestras montañas, desde los 500 m hasta sobrepasar incluso los 2000 en altitud, sin importarle el tipo de suelo en que se desarrolle. Cuando la sequía veraniega se va acentuando, en la mitad S de la Península, sólo puede vivir en barrancos, laderas de umbría, pies de cantiles o zonas protegidas.
Observaciones
El hombre ha aprovechado la madera de tejo desde la antigüedad. Es muy buena, pesada, rojiza y de grano fino, muy resistente, duradera y flexible, de modo que con ella se fabrican instrumentos musicales, piezas de ebanistería, esculturas, herramientas para el trabajo duro e incluso lanzas y magníficos arcos (aunque hoy en día los arcos deportivos ya no son de madera). Se ha encontrado en Sussex, Inglaterra, una jabalina de madera de tejo datada, según diferentes autores, entre 230.000 y 400.000 años de antigüedad, y una lanza de 2,40 m, junto a un elefante muerto en Alemania, de entre 120.000 y 70.000 años.
Resulta curioso saber que las hojas del tejo poseen diversas sustancias químicas, entre las que la más importante es la taxina, que resultan venenosas para ciertos animales, como por ejemplo, los caballos y las ovejas, y bastante inofensivas, al menos en determinadas épocas,  para vacas, cabras y rumiantes silvestres (cabras monteses, corzos y ciervos fundamentalmente). El hombre se cuenta de pleno en el primer grupo; de hecho, con el jugo de las hojas se envenenaban flechas en la antigüedad. La ingestión directa de las hojas o sus infusiones, aunque antaño se han utilizado esporádicamente en medicina popular, debe ser absolutamente evitada. Los efectos son al parecer similares a los producidos por la digitalina y otros alcaloides, con alteraciones del sistema nervioso, convulsiones y depresión del sistema cardiorespiratorio que conducen a la muerte si no se lleva a cabo un inmediato lavado de estómago y de intestino. Solamente el rojo arilo es inofensivo y puede ser consumido si no se mastica o traga la propia semilla.





viernes, 25 de agosto de 2017

Serbal de los cazadores



EL SERBAL DE LOS CAZADORES

     "Otra fría mañana de noviembre, un día más la escarcha cubre en su totalidad la hierba de los prados que perfilan el paisaje de camino hacia el monte. Otra penosa jornada en el difícil devenir de los días por la España de posguerra. Pero para Teo hoy es un día especial, está contento pues ha cumplido doce años y su padre ha decidido que ya es casi un hombre y que ya va siendo hora de llevarle con él por el monte y adiestrarle en los secretos del oficio.
     Son años de pobreza y el hambre se ocupa de dictar la evolución de las vidas y los trabajos de las gentes. Nuestra familia, para llenar el estómago, no ha tenido más remedio que recuperar las viejas técnicas del arte de la caza. Es un tiempo en que los oficios y los nombres pasan de padres a hijos y así, cumpliendo con esta tradición, Teodoro se dispone a enseñar a su hijo la que en el futuro ha de ser su profesión: cazador.
     -“Hijo, mientras yo voy preparando esta trampa, quiero que llenes esta cajita con todas las serbas que puedas coger. ¡Ya sabes, esos frutitos rojos que tu madre utiliza para hacer la mermelada que tanto te gusta!”.
     -“¡¡¿Cuáles, las bolitas rojas?!!”.
     -“¡Si, esas!. Las usaremos para atraer a los pájaros. Allí arriba, tras ese cerro, encontrarás un montón, a los pies de los serbales, ¡¡date prisa!!.
     No muy lejos de allí, otro hijo era instruido por su progenitora. Se trataba de una perdiz pardilla enseñando a su vástago los secretos del bosque. Aunque no estaba entre sus principales prioridades alimenticias, el joven perdigón, al igual que el muchacho, era ilustrado también en el arte de la recolección de los frutos del serbal.
     Pero volvamos al mozalbete. Con la pequeña cajita en sus manos, Teo se dispuso a recoger los frutos maduros de los arbustos, pero mientras tanto no podía dejar pasar la ocasión de divertirse jugando y quiso imitar las sofisticadas trampas de caza que preparaba su padre: -“es fácil”-pensaba- “mi cajita, un palito, (esta rama puede valer) y una cuerda para tirar del palito..., pero, ¿de donde saco yo una cuerda en medio de este montón de árboles?”. Buscando entre las hojas secas, con la mirada fija en el suelo, después de varios minutos cayó en la cuenta, ¡lo tenía delante de sus narices!, ¡¡los cordones de los zapatos!!. Con todo el artilugio montado ya sólo quedaba poner el cebo: -“a ver..., ¿cuales son los frutos que dijo mi papá?”. Sólo tuvo que desplazarse unos metros para encontrar un vigoroso árbol cuajado de racimos de bolitas rojas y anaranjadas en cuyo pie se repartían centenares..., ¡que digo,...miles! de estos frutos. Allí mismo se abastecían mirlos y zorzales. Por no molestar dio un leve quiebro y siguió buscando.
     Más recóndito encontró otro pequeño serbal, éste nada concurrido, libre de aves. Colocándose en cuclillas bajo el árbol, silencioso, y recogiendo absorto las diminutas bayas, avanzaba de rodillas sin apartar los ojos del suelo. Tan enfrascado estaba que no reparó en la presencia de otro invitado, el joven perdigón, que al igual que él andaba abstraído picoteando los sabrosos frutitos. Picando por un lado el uno y cosechando el otro, sin darse cuenta no pudieron evitar la colisión. Tras el sobresalto de ambos, cuyo resultado dio con los dos de bruces en el suelo, se abrió un minuto de un imponente silencio presidido por la ulterior curiosidad. Poco a poco, tras un rato de reconocimiento mutuo, llegaron a la etapa de la confianza. Teo, tomando la iniciativa, se acercó despacio con la mano extendida repleta de bayas: -“¿quieres picar un poco?. Sorprendentemente el perdigón, sin ningún tipo de temor, se aproximó de un salto junto a su mano y empezó a picotear despreocupado. Sin duda esto parecía ser “el comienzo de una bonita amistad” (¿dónde he oído yo esa frase?).
     Ya cercano el final de la mañana, con el corazón henchido de satisfacción por las experiencias vividas en esta su primera e inolvidable... ¿jornada de caza?, y con las manos vacías, volvía trotando el zagal al encuentro de su progenitor. –“¿Dónde están los frutos?”- dijo el padre- “¿y la caja?... ¡¡¿y los cordones de los zapatos?!!, ...¡vaya pieza!, ¡menudo cazador estás hecho!”.
     Con el tiempo Teo tuvo otras experiencias gratificantes en su contacto con la naturaleza. Años después nuestro pequeño protagonista eligió dedicarse a otro tipo de caza, “la caza fotográfica”, ya que nunca se mostró capaz de hacer daño a sus amigos, las criaturas del bosque."





SERBALES
Las especies de serbales que podemos ver en España son el Mostajo (Sorbus torminalis), el Mostajo enano (Sorbus chamaemespilus), el Mostajo pirenaico (Sorbus mougeotii), el Aliso de Fontainebleau (Sorbus latifolia), el Mostajo común o Mostellar (Sorbus aria), el Serbal común (Sorbus domestica) y el Serbal de los cazadores (Sorbus aucuparia). Hoy vamos a centrarnos en este último.


SERBAL DE LOS CAZADORES
Sorbus aucuparia
Serbal de cazadores, serbal silvestre, capudre, sorbellano, pajareros, acafresna, amargoso, azarollo borde, capudio, cervellón, fresno silvestre, manzano falso, margojo, sorbito.
Familia: Rosaceae
Etimología: Sobre el origen del término "Sorbus" existen tres posibles hipótesis: la primera viene del latín "sorbeo", (tragar) en referencia a sus frutos comestibles, la segunda viene  también del latín "sorbere" (beber) debido a las bebidas alcohólicas preparadas con sus frutos y la tercera  hipótesis procede de la voz germánica "sormel" compuesta de "sor" (áspero, rudo) y "mel" (manzana). Por otra parte, el nombre latino "aucuparia" deriva del término "aucupare", que significa cazar aves, debido a que sus frutos eran y son muy utilizados por los cazadores para atraer a los pájaros.
Lugar de origen: Especie ampliamente extendida por Europa y Asia occidental.

Descripción:
El serbal de los cazadores es un árbol caducifolio de tamaño medio con una corona oval y una altura no superior a los 20 m. Su corteza primero es lisa y marrón grisácea, y después negruzca y hendida longitudinalmente. Las ramas viejas son grises, algo menos oscuras que las jóvenes. Las hojas son compuestas, tienen de cinco a trece folíolos laterales, de forma oval o alargada y ligeramente dentados, son imparipinnadas y alternas. Las flores son pequeñas, de color blanco y se reúnen en corimbos. Aparecen de mayo a junio. Los frutos (serbas) son del tamaño de un guisante de color anaranjado brillante o rojo vivo. Son blandos y jugosos, lo que los convierte en fácil comida para los pájaros que serán los que diseminarán posteriormente las semillas del serbal, a través de sus deposiciones. Maduran entre septiembre y octubre, manteniéndose en el árbol hasta ya avanzado el invierno.


Cultivo: En estado silvestre, el serbal de los cazadores se cría en los montes de nuestra península donde comparte espacios con robles, abetos o hayas, viviendo a alturas incluso de hasta 2.000 m. Es un árbol que necesita una humedad constante por lo que deberemos regarle en abundancia durante los periodos de sequía. Precisa de suelos con buen drenaje y preferiblemente sin cal. Exposición soleada o semisombreada. Tolera bastante bien el frío como corresponde a una especie de montaña pudiendo soportar heladas muy extremas. Admite poda de formación. La reproducción se realiza mediante semillas sembradas directamente, inmediatamente después de su recolección, pudiendo germinar a veces después de un año, por lo que es recomendable estratificar las semillas en frío a 4 °C, para acelerar la germinación. También se puede reproducir por retoños los cuales nacen en gran cantidad alrededor del árbol.

Utilización: Muy habitual en jardines ornamentales. Se utiliza como árbol decorativo debido a la abundancia de flores que posee. También en grupos para afianzar suelos inestables en las cuencas torrenciales, dada la fortaleza y penetración de sus raíces y la facilidad que tienen para rebrotar de cepa y raíz.

Otros usos: Los frutos del serbal de cazadores silvestre resultan algo ásperos, no así los del Sorbus domestica, especie que ha sido difundida como arból frutal. Sin embargo existe una variedad de Sorbus aucuparia de cultivo llamada 'Edulis' cuyos pomos son dulces y comestibles.  También se usan como  mermelada y son muy ricos en vitamina C. Esta mermelada se administra moderadamente y resulta un excelente remedio para cortar la diarrea. También se utilizan en la fabricación del vodka ruso. Las flores se suelen utilizar para fabricar una bebida calmante que se consume como una especie de té. Su madera es dura y elástica, empleada en tornería.

Propiedades medicinales: Las bayas del serbal contienen diversos ácidos orgánicos como el málico, el cítrico y el succínico. También contienen taninos, sorbitol, flavonoides, carotenoides y pigmentos antociánicos. Además son ricos en vitamina C.
Tiene propiedades antidiarreicas, astringentes y antiinfecciosas. Ha sido muy apreciado en la medicina popular como remedio diurético en caso de cálculos renales y afecciones reumáticas, y como regulador de la actividad intestinal tanto en diarrea como estreñimiento. Se le atribuyen propiedades contra los accesos de tos, ronquera y catarros bronquiales, contra la gota, para provocar la menstruación, para purificar y depurar la sangre, etc.
El consumo de estos frutos no está indicado en caso de obstrucción de las vías biliares, y, consumidas en cantidades excesivas, las bayas pueden resultar tóxicas.

Plagas y enfermedades: Es susceptible de padecer hongos como la Armillaria mellea, el “Coral” (producido por el hongo Nectria cinnabarina) o el “Chancro de Nectria” (producido por diversas especies del hongo Nectria). Aunque no se han descrito muchos casos, también es una de las especies con riesgo de padecer “Fuego bacteriano” (producido por la bacteria Erwinia amylovora).
Le pueden afectar plagas como el Gorgojo de las hojas, el Ácaro del serbal y el Taladro amarillo (producido por la oruga de una polilla, la Zeuzera pyrina). Es sensible a la Roya.

Frases y refranes: A falta de refranes, hemos encontrado este poema extraído del Isidro de Lope de Vega, donde menciona, entre otros frutos más conocidos, al fruto del serbal (la serba).

La verde pera en sazón,
con el escrito melón,
el durazno blanco, el higo,
y ya era cogido el trigo,
el rubio melocotón.
Luego el pomífero otoño,
cuando ya la juncia arrancas,
te diera con manos francas
el colorado madroño,
verdes nueces y uvas blancas;
los membrillos ya perfetos,
y los piñones secretos,
el níspero y serba enjuta,
la sangre de Tisbe en fruta
de los morales discretos.

Curiosidades:

     Ya hemos visto que el serbal era utilizado antiguamente por los cazadores para cazar pájaros (a sabiendas de que las aves distinguirían a lo lejos el color rojo de los frutos, esperaban escondidos a que se posaran para poder acecharlas). Por esta razón, este árbol se convirtió en emblema para los cazadores. Sin embargo no es el grupo que con mayor exaltación pondera los beneficios de este árbol, existe también otra comunidad para la que el serbal representa un motivo de veneración: el mundo Celta.
     Para los Celtas se considera un árbol mágico que recibe el nombre de Luís y que desde antiguo simboliza la esencia de la vida, ya que está entre la materia y el espíritu, entre la Divinidad y la Humanidad. Representa a los cuatro elementos de la naturaleza, ya que según los druidas el serbal no es sólo un simple árbol, “es el agua que fluye por sus venas, es el fuego que encierra su esencia, es la tierra en la que se sumerge y es el aire al que se dirige y del que respira”. Los druidas siempre han usado sus bayas para la fabricación de amuletos protectores ya que su color rojo simboliza el fuego purificador que protege contra lo oscuro y lo negativo.
     No sólo las bayas encerraban propiedades mágicas también sus varas que, al igual que las varas de avellano, se empleaban para localizar agua.